Actualmente se mantiene la idea de que los factores psicológicos tienen un peso decisivo en el inicio y mantenimiento de cualquier trastorno orgánico, de forma que alteraciones psicológicas o conductuales pueden afectar negativamente a la condición médica.
El DSM IV establece que los factores psicológicos pueden afectar adversamente una condición médica a través de las siguientes vías:
Alterando el curso de una enfermedad (se relaciona con el hecho de que una situación psicológica adversa puede ayudar al desarrollo, mantenimiento o retraso en la curación de una enfermedad)
Interfiriendo con el tratamiento médico (por ejemplo, no siguiendo las prescripciones médicas)
Constituyendo a través de las conductas inadecuadas un factor de riesgo adicional para la salud del paciente
Precipitando o exacerbando los síntomas de una enfermedad a través de respuestas fisiológicas asociadas al estrés (como el broncoespasmo en pacientes asmáticos)
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